El cementerio privado Urkupamba, que tiene como eufemismo la palabra cenizario, es mostrado como un ejemplo de la deforestación indiscriminada de las faldas y quebradas del Pichincha.

El mismo día que ocurrió la tragedia de La Gasca, en Quito, un grupo de vecinos protestaba por la construcción del cementerio privado Urkupamba. En redes sociales difundieron cómo el proyecto estaba talando árboles en las faldas del Pichincha.
Aquello sucedió por la mañana y en la tarde pasó el aluvión que hasta ahora ha matado a 26 personas.
Pero, ¿qué es Urkupamba? Sus impulsores le llaman “cenizario”, pero no es más que un cementerio privado de lujo. Su video promocional se vende como un lugar idílico, rodeado de naturaleza, al pie del Pichincha, muy acorde para “descansar en paz”.
El problema es que para llevarlo a cabo hay que talar el bosque originario, que es lo que los técnicos aseguran es una de las causas para eventos como el de La Gasca.
La deforestación ocasiona que el agua de la lluvia afloje la tierra y descienda montaña abajo en forma de aluvión. Exactamente lo que ocurrió en La Gasca. Se trata de un problema histórico en Quito: el relleno y la tala de las quebradas, como lo son las invasiones en Guayaquil.
Entonces ante la reciente tragedia de la capital, muchas personas se preguntan si es adecuado permitir proyectos como el del “cenizario”. De hecho, el pasado miércoles hubo una protesta en contra del cementerio.
La polémica se acentúa porque Jorge Yunda, cuando era alcalde de Quito, revocó los permisos de construcción del cementerio, al acogerse a los pedidos de las comunidades aledañas.
Cuando llegó Santiago Guarderas a la Alcaldía de Quito, tras la destitución de Yunda, una de sus primeras acciones fue restaurar los permisos de Urkupamba.
Defensa institucional del cementerio
Y ahí es donde empiezan las sospechas. Por si fuera poco, el Municipio de Quito ha defendido en dos ocasiones este proyecto privado. Primero durante una rueda de prensa donde el propio Guarderas pide a un subalterno que asegure a los medios que Urcupamba no está relacionado con el desastre de La Gasca.
Luego mediante un comunicado donde se señala que el proyecto está en otra área del Pichincha, que no ejerce influencia sobre La Gasca.
Por si fuera poco, ahora nada más y nada menos que el Ministerio del Ambiente defiende el proyecto. La cartera de Estado que debe velar por los bosques del Pichincha ahora aboga por el cementerio privado mediante un tuit acompañado de mapas.
El objetivo es convencer a la población que Urkupamba es inocente. Hasta la derecha mediática cerró filas con entrevistas a los directivos del proyecto.
Pero uno de los urbanistas más respetados de la capital, Fernando Carrión, considera lo contrario. Si bien Urkupamba no es responsable directo de la tragedia de La Gasca, el proyecto hace justamente lo que no se debe: construir en las faldas del Pichincha y talar los árboles, lo que podría ocasionar nuevos aluviones en el futuro, ya no en La Gasca, sino en otras zonas.
Más allá de si Urkupamba es o no responsable de La Gasca, lo evidente de esta historia es la defensa cerrada del Estado ecuatoriano y del Municipio de Quito a un proyecto privado y de lujo. Una vez más la institucionalidad al servicio de intereses particulares por encima del bien común, lo que es una característica propia del neoliberalismo.
No hay ningún proceso legal contra Urkupamba, pero el Estado se apresura en defenderlo en la discusión pública, toma partido por una chequera antes que por las comunidades. Y eso es el pistoletazo de salida para un nuevo desastre.
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